No es del todo un sueño, es algo que no sabría del todo explicar; pues los cuervos no recordamos los sueños, pero si las pesadillas. Y últimamente no he tenido ni una. Pero estaba yo la semana pasada que me quedé ensimismado en la rama, en una especie de sueño-despierto; en el que yo estaba delante de una tele, la tele se enciende, y estaban dando una pesadilla que tuve de muy pequeño, cuando aún tenía el pico sin mellas.
Me encontraba yo en el nido. Mis padres no estaban. Quizás habían ido a por comida, o quizás… a por algo. Miré a un lado, y había un ovillo de lana negra. Miré al otro, y vi a unos enormes ojos amarillos que me estaban mirando desde una rama. Yo me acurruqué en el nido. ¿Qué eran esos ojos? Quería saberlo, pero ¿y si era peligroso? Tenía miedo, y llamé a mi padre y luego a mi madre. Nadie vino a ayudarme. Los ojos estaban cada vez más cerca. Era lo único que alcanzaba a ver entre las sombras. De repente, un rayo de sol atravesó las hojas de la copa del árbol y la luz fue a parar directamente a los ojos, que se entrecerraron por unos segundos, y cuando se abrieron de nuevo; las inmensas pupilas se habían convertido en dos finas líneas verticales.
Perdí de vista a los ojos. En cuanto me di cuenta, una cabeza había envuelto a los ojos, y un cuerpo se había pegado a la cabeza. Era peludo, con garras. ¡Era un gato! Un gato y de los grandes. Saltó sobre el nido, y le pegó un zarpazo al ovillo, que salió por los aires. A mí también me alcanzó, y caí del nido. La caída fue corta. Entonces me di cuenta de que la luz de la mañana que había en el nido se había ido, para dar paso a otra más tenue, de un color entre verde y amarillo. Oía un montón de pasos, todos ellos al unísono. Y también oía una canción. Estaba en el borde de un precipicio. ¡Estaba en una escena del Rey León! La escena en la que Scar planea asesinar a Mufasa, y canta una canción. El trozo en que las hienas desfilan como los soldados norcoreanos ante Kim Jong Un. Estaba al lado del puto Scar. Ese jodido león era más grande que el gato, y más aterrador.
Estaba quieto. Tenía miedo. Di un paso atrás, luego dos, y luego noté que mi pata no tocaba el suelo. El león rugió, y yo salí despedido hacia atrás. Caí otra vez, hacia el desfile de hiena. Una niebla cada vez más espesa fue rodeándome durante la caída. Los pasos de las hienas se volvían cada vez más ensordecedores. Y cuando ya llevaba un rato cayendo, la niebla se disipó, y vi el suelo a medio palmo de mí cabeza. Cerré los ojos y di un salto sobre el nido cuando me desperté.
Joder que miedo pasé. Esa sensación de estar cayendo y el golpe son muy chungas.
Bueno, no es gran cosa, pero ya he cumplido el primero de 52 retos que propone El Libro del Escritor. Espero poder llegar a cumplir todos y cada uno de ellos. Sí queréis saber cuáles son, y vosotros queréis participar; pinchad en el link que os dejo a continuación. Aquí teneis los 52 retos.
Me encontraba yo en el nido. Mis padres no estaban. Quizás habían ido a por comida, o quizás… a por algo. Miré a un lado, y había un ovillo de lana negra. Miré al otro, y vi a unos enormes ojos amarillos que me estaban mirando desde una rama. Yo me acurruqué en el nido. ¿Qué eran esos ojos? Quería saberlo, pero ¿y si era peligroso? Tenía miedo, y llamé a mi padre y luego a mi madre. Nadie vino a ayudarme. Los ojos estaban cada vez más cerca. Era lo único que alcanzaba a ver entre las sombras. De repente, un rayo de sol atravesó las hojas de la copa del árbol y la luz fue a parar directamente a los ojos, que se entrecerraron por unos segundos, y cuando se abrieron de nuevo; las inmensas pupilas se habían convertido en dos finas líneas verticales.
Perdí de vista a los ojos. En cuanto me di cuenta, una cabeza había envuelto a los ojos, y un cuerpo se había pegado a la cabeza. Era peludo, con garras. ¡Era un gato! Un gato y de los grandes. Saltó sobre el nido, y le pegó un zarpazo al ovillo, que salió por los aires. A mí también me alcanzó, y caí del nido. La caída fue corta. Entonces me di cuenta de que la luz de la mañana que había en el nido se había ido, para dar paso a otra más tenue, de un color entre verde y amarillo. Oía un montón de pasos, todos ellos al unísono. Y también oía una canción. Estaba en el borde de un precipicio. ¡Estaba en una escena del Rey León! La escena en la que Scar planea asesinar a Mufasa, y canta una canción. El trozo en que las hienas desfilan como los soldados norcoreanos ante Kim Jong Un. Estaba al lado del puto Scar. Ese jodido león era más grande que el gato, y más aterrador.
Estaba quieto. Tenía miedo. Di un paso atrás, luego dos, y luego noté que mi pata no tocaba el suelo. El león rugió, y yo salí despedido hacia atrás. Caí otra vez, hacia el desfile de hiena. Una niebla cada vez más espesa fue rodeándome durante la caída. Los pasos de las hienas se volvían cada vez más ensordecedores. Y cuando ya llevaba un rato cayendo, la niebla se disipó, y vi el suelo a medio palmo de mí cabeza. Cerré los ojos y di un salto sobre el nido cuando me desperté.
Joder que miedo pasé. Esa sensación de estar cayendo y el golpe son muy chungas.
Bueno, no es gran cosa, pero ya he cumplido el primero de 52 retos que propone El Libro del Escritor. Espero poder llegar a cumplir todos y cada uno de ellos. Sí queréis saber cuáles son, y vosotros queréis participar; pinchad en el link que os dejo a continuación. Aquí teneis los 52 retos.
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